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jueves , abril 18 2024
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Mediodía en el Dock Sud

Por GABRIEL FERNÁNDEZ *

Recién vengo de la casa de mi amigo, el histórico periodista sindical Máximo García Reyes. Está ahí, en Las Casitas, sobre la entrada del Docke. Una zona que combina la calma barrial con el tránsito intenso hacia Capital en un sentido, hacia el Acceso, por otro; entornada por el clima industrial propio del Sur, y los containers hacia el Este, recostados sobre el río.

La mujer de Máximo me impone del cambio abrupto que significó “el cambio” para los jubilados. “No entiendo que estaban pensando los que votaron esto. Con Cristina nos daban los remedios. Y eso que nosotros somos solos, porque los chicos están grandes, pero veo familias con muchos pibes y no entiendo como hacen”. Detrás, un cuadro de Evita potencia su preocupación.

El compañero prepara el mate –eso sí, dulce- y empezamos el recorrido por el espinel profesional, pero de adelante hacia atrás. Primero me pregunta por Lautaro (mi hijo Lautaro Fernandez Elem), me cuenta que aprovecha los materiales que junto a Leo (Leonardo Martin) realizan en Sindical Federal. Voz cascada y centenaria delineada por el cigarro, respiración lenta y cuerpo esmirriado, transita hacia las dificultades múltiples para la elaboración de su medio.

Hablamos un rato entonces del histórico Prensa Sindical Internacional. Agencia clausurada por Onganía; trabajo útil de información obrera que lo lanzó al exilio en la dictadura cívico militar. Los problemas de recursos, evidenciados en el entorno modesto, los hackeos de quienes se siguen ocupando burocrática y tenazmente de molestar nuestros espacios. Y risas cuando celebramos el golpe informático reciente contra Telefónica y otras corporaciones.

Seguimos: escucho sus consideraciones sobre La Señal Medios, sinceras y gratas a mis oídos, preguntas sobre el rumbo de Radio Gráfica y aseveraciones elogiosas en relación con el desarrollo y el crecimiento de la Corriente Federal de Trabajadores. Y vuelta a los colegas: El negro Barroso, que parece se tomó el palo rumbo a planetas menos hostiles para los morochos peronistas, Nestor Miguel Gorojovsky (como anda el Goro), José Luis Ponsico (siempre con el fútbol), sus hijas (una en la agencia desde mi gerencia allí, otra encargándose de los pormenores de PSI) entre tantos.

Máximo estuvo en el 17 de Octubre, siendo pibe. La cana lo detuvo y el vigilante le decía “ahora va a venir tu viejo y te va a cagar a palos”. El pequeño García Reyes esperó sereno; cuando llegó la familia “el milico no lo podía creer, eran todos peronistas, me abrazaban, me felicitaban por haberme escapado a la Plaza de Mayo”. Lo sacaron de la comisaría y como premio, lo llevaron a tomar chocolate caliente.

Y también estuvo, tras el golpe del 55, en el acto de devolución del Parque Pereyra Iraola. Es una de las narraciones más emocionantes que este periodista recuerde. La fusiladora armó un circo destinado a reponer el predio a su dueño. El señor Pereyra Iraola, ante una concurrencia pacata, aristocrática y también algo psicótica como hoy conocemos, subió circunspecto al escenario, tomó el micrófono y habló.

Antes, el envarado presentador se explayó sobre la reparación que implicaba restituir a los verdaderos dueños la geografía platense hurtada vilmente por la dictadura peronista. ¿Qué pasó entonces? El señor Pereyra Iraola aseveró con tranquilidad y firmeza que estaba orgulloso de haber cedido el predio al pueblo argentino para su disfrute, que no aceptaba la devolución y que ese parque debía quedar, por siempre, para el esparcimiento de los trabajadores.

Los chetos se fueron levantando rápidamente, recuerda Máximo, mientras los escasos compañeros que, como él se situaban en los bordes del acto, lloraban silenciosamente y se acercaron a abrazar al Hombre con mayúsculas que –sabían- pertenecía al campo propio. La historia da para una gran película, siempre lo pensé así, en tanto y en cuanto persistan las posibilidades del cine nacional.

El mate siguió su curso y hablamos bastante de actualidad. Máximo no cree en la perdurabilidad del macrismo al frente del Estado. “Esto no dura, la situación es tremenda. La gente entra al almacén y le arrancan la cabeza”. Preludia un alzamiento más tarde, o más temprano. “Pero cuatro años con estos tipos, no va”.

-Me voy a ver el partido, compañero. –¿Ahora vas para Quilmes? -No hay público visitante, lo voy a ver por la tele. Salimos por el sendero de la casita dockense, dos gatos se acercan a ver qué pasa y el histórico periodista me dice “la verdad, Gabriel, estoy más cerca del arpa que de la guitarra”. Lo operan en las semanas venideras. Nos abrazamos. Me subo al blanquito, que para en la misma cuadra y Máximo saluda, con su brazo delgado.

El colectivo sube al puente y su figura va quedando lejos.

 

* Director La Señal Medios / Sindical Federal / Area Periodística Radio Gráfica

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